viernes, 28 de enero de 2011

los aullidos muertos

Aullaban los perros en la fría noche santiaguina, dándole un toque salvaje que nunca ha tenido. Eran casi las seis de la madrugada y me dirigía al paradero vacio de esa hora. Mientras las calles solitarias solo daban la sensación de pueblo fantasma, Un viejo encapuchado pasaba tirando una carreta a más no poder, seguramente se dirigía a la feria que a esa hora ya se instalaba en cercanías del lugar.

Al pasar frente a mi se detuvo, se quitó la capucha y me di cuenta que no era tan viejo, mas bien tenia mi edad, veintidós años aproximados. Sonreía de una manera irónica, quizás por ver tan espantada mi reacción. La sensación era horrible, pasaron por mi mente todas las películas de terror de las que solía reírme por su lejanía a la realidad. De la carreta salía un hedor insoportable, no quería ni imaginar lo que podía traer bajo todos esos sacos. De repente el tipo, con una mirada cada vez más intimidante, estira la mano y me pasa un revolver.

-mátame

La idea de deshacerme de el era quizás mas escalofriante que el hecho de tener cerca a este tipo sin saber que hacer, nunca he matado a nadie, y menos lo haría contra una persona que no conozco.

-no seas estúpido, no dudes un segundo, soy lo que todos desearon que hayas sido. Todos querían verte fracasar y decir en el fondo de su idiotez “tenia razón, este chico terminaría siendo un imbécil”

Era nada más ni nada menos que el yo proyectado a una imagen futurista, la realización de la idea de los ladridos de aquellos perros que solo nacieron para ser espectadores de la vida, y hablar. No digo que no lo pensé, pero decidí no matarlo, más bien para escribir su historia algún día. No encontré nada de malo el terminar recogiendo estiércol, basura, trabajar en la feria o lo que sea a lo que se dedicaba aquel tipo, o yo. Alguien debía hacerlo, y fuera quien fuera había que respetar lo que hacia, y dignificarlo.

Se perdió en la niebla del amanecer, al fondo de la calle. Subí a la micro, con dos o tres pasajeros que a esa hora supuestamente iban a trabajar, con una cara que era mejor no mirar. A lo mejor el mapa de sus vidas fue dibujado por los ladridos de algún perro, lo que es yo, seguiré fracasando hasta agotar stock.

MCR

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